Melodías de hard blues, soul y r&b forman parte del trigésimo sexto disco de estudio del cantante norirlandés.
por Javier Herrero
“Keep me singing“, el primer álbum de estudio de Van Morrison después de cuatro años de silencio discográfico, es un trabajo plácido que difumina los últimos coletazos del verano en favor de una agradable y luminosa tarde de otoño, de frío incipiente, al abrigo de su inconfundible voz.
Arropándola, melodías de hard blues, soul y r&b convocan el espíritu de Sam Cooke, “rey de la música del alma”, al que el veterano y célebre huraño norirlandés cita en el tema que da título a su trigésimo sexto disco de estudio: “Sigue cantándome mientras sea un ganador”, le pide.
Paisajes ocres de hoja caduca y ríos que fluyen caudalosos, pero contenidos, decoran los nuevos versos de Van Morrison, que cantan a amores promisores y a otros que ya forman parte de la memoria, a segundas oportunidades, a la vida que serenamente sigue su curso y también a la palabra, “más poderosa que la espada”.
“Fui el señor amabilidad demasiado tiempo, pero me di cuenta de que estaba equivocado y jugué el rol del perdedor; aquí estoy ahora ante tu puerta, de nuevo a la intemperie”, lamenta en “Out in the cold again”, corte sosegado al calor del piano, que solo exige el crepitar de una chimenea para hacerlo aún más redondo.
Producidos por el propio “León de Belfast”, trece son los temas que componen “Keep me singing”, doce de ellos originales, compuestos e interpretados por Morrison, con la colaboración puntual del aclamado letrista Don Black en “Every time I see a river”.
Amigo de hacer suyas composiciones ajenas (como “I believe to my soul” de Ray Charles), esta vez versiona el estándar de blues “Share your love with me”, compuesto por Alfred Baggs y Don Robey, y conocido por las interpretaciones de artistas como Aretha Franklin y Kenny Rogers.
Se trata de una versión inédita, grabada para un homenaje previo a otro histórico del soul, Bobby “Blue” Bland, sobre la que volvió a posar sus ojos, algo parecido a lo que debió suceder con el primer sencillo, “Too late”, que pertenece al conglomerado de canciones que aguardan turno en sus cajones.
En la retaguardia, encauzando una voz que fluye contenida pero que sigue sonando brillante a sus 71 años, los mismos músicos que lo acompañan en sus conciertos: Paul Moran al órgano Hammond, Dave Kerry a la guitarra eléctrica o Jez Brown al bajo, entre otros.
Cuando llega el tema que cierra el disco, “Caledonia swing”, un corte instrumental en el que Morrison interpreta el piano y el saxofón, queda claro que este es un compendio de canciones plácidas sin vocación alguna de audacia musical. Ni falta que hace.
“Elegancia”, “exquisitez”, “finura” y “esmero” son adjetivos que se repiten entre la crítica internacional a la hora de valorar esta producción que corona casi 50 años de carrera discográfica en solitario, desde la publicación de “Blowin’ your mind” (1967), tras la disolución de su primera banda, los no menos míticos Them.
Hasta que el año pasado Legacy Recordings, una división de Sony Music, compró los derechos de 33 de sus álbumes, su presencia en Spotify o iTunes había sido más bien escasa.
Poco amigo de las nuevas tecnologías (en público declaró sus reticencias contra los sistemas digitales de grabación o contra las nuevas formas de reproducción en línea), su nuevo álbum tampoco estará disponible para su escucha en “streaming”, avisan desde su distribuidora en España, al menos “durante un tiempo”.
EFE.